foto: Sharif Bujanda
Un retrato se convierte en una pintura, un crucifijo o una Biblia en un objeto de arte, una diosa en una estatua. Y podemos ir más lejos, un retrato es "un da Vinci" -o un autorretrato "un Van Gogh"-, un santo es un Bernini, una catedral es un Gaudí.
Los objetos cambian de función cuando se encuentran en un museo, nos dice André Malraux, aquel famoso aventurero que de ladrón de piezas arqueológicas en Indochina pasó a ser combatiente de la República Española en la Guerra Civil y que terminó siendo ministro de cultura de De Gaulle.
¿Qué nos hace reunir bajo un mismo techo un friso persa y la Libertad Guiando al Pueblo? Los museos son una creación puramente intelectual y por eso cada quien monta su propio "museo imaginario", basado en concepciones estéticas y teóricas. ¿Alguien se acuerda de la peluca en la pecera de los dadaistas?
Hoy en día hay obras que jamás hemos visto físicamente, pero que conocemos por su reproducción en libros, carteles y ahora en forma digital. El museo se ha desplazado a la mente de cada quién y por eso el recinto físico merece sus propias consideraciones. Hay gente que no tiene idea de lo que hay en el Louvre, pero si está de visita por la capital francesa, tiene que hacer una pausa ahí. Probablemente solamente vea a la Gioconda entre un mar de gente y compre algo en la tienda.
Las reproducciones gráficas tienen un valor testimonial: "yo estuve en el Hermitage". Hoy en día con la fotografía digital hasta en el celular, me tomo una foto junto a las Cariátides en la Acrópolis y luego "subo la foto a Facebook" o a cualquier otra red social/virtual y el valor testimonial del museo imaginario se multiplica en cuestión de segundos.
Es la apropiación de la obra de arte: Le tomo una foto al Van Gogh del Museo d'Orsay y se convierte en "mi Van Gogh".
Y en cuanto al sitio: Si bien un palacio o una estación de trenes se pueden convertir en museos y tener un valor conceptual por sí mismos, hay ejemplos más complicados:
Una catedral que funciona como museo y como lugar de culto al mismo tiempo, mientras algunos prenden una veladora a Santa Juana de Arco otros le toman fotos como curiosidad. Y qué decir de la calle misma. Hubo vanguardias que propusieron destruir los museos, o llevarlos a las calles y hoy encontramos exposiciones itinerantes, muestras fotográficas en Paseo de la Reforma, en las rejas del jardín de Luxemburgo o en cualquier otro lugar. Hay estatuas famosas en plena calle, no solo en Roma sino también en Nueva York, en Copenhague.... ¡Hay incluso obras de arte hechas ex profeso para ser efímeras!
Cada quien tiene su personal y muy particular museo imaginario, compuesto de las imágenes y sensaciones más diversas, quizá valdría la pena hacer un esfuerzo por "visitarlo" concientemente algún día y descubrir cómo fue que en la misma vitrina puse un Monet, una carta de amor y una máquina de escribir que nunca usé.