Hay muchas cosas que no te he contado,
y por tanto cosas que no sabes.
No te he dicho, por ejemplo, que -explorador como conoces que soy-
cuando descubro un lugar sin tiempo, un lugar especial,
de esos que abundan en los cuentos y en esta ciudad,
siempre pienso en si te gustaría y entonces lo guardo en la memoria para llevarte un día.
No sabes tampoco que has recorrido muchas veces las largas galerías del Louvre junto a mi, y que hemos desayunado junto al gran reloj del museo d'Orsay;
que nos hemos sentado derechitos y silenciosos uno al lado del otro observando las Ninfeas de Monet. Incluso hay veces que llegas a hacer comentarios un poco molestos tan solo para provocarme.
Te he probado botas, medias y corsets.
Vestidos de época y sombreros...
Te he leído, me has leído, pasajes de libros comprados, prestados, reciclados.
A veces te despiertas temprano cuando me voy al trabajo,
y sueles esperarme con la cama tibia cuando llego.
Cuando hace frío pienso que debes taparte bien y cuando llueve me pregunto si, como yo,
no sabes qué hacer con un paraguas en la mano y prefieres una gabardina o un abrigo.
No sabes que eres pensada y añorada día tras día, a veces en días más largos que otros.
Nos gustan los puentes, antiguos y los muy modernos,
nos gusta ir de un lado al otro, quizá porque lo nuestro se parece bastante a un puente,
un puente en el cual podemos encontrarnos en cualquiera de los dos lados, pero un puente
que queremos recorrer juntos.
Y así pues, ya ves que hay muchas cosas que no sabes,
que no te cuento, no porque las esconda,
sino porque es un asunto de cada mañana y de cada noche,
y a veces se me olvida que no hay quien te diga todo esto.