Tarde nublada, lluviosa, luteciana. Los automóviles tocaban el claxon al pasar, en el metro un grupo de jóvenes cantaban La Internacional, otros armaban barullo, unos más gritaban "Sarkozy lárgate". En el hotel en el que trabajo un señor de unos setenta años sale del elevador y lo primero que me dice es "¡ganamos!".
François Hollande, el candidato de izquierda viene de ganar las elecciones presidenciales, en el discurso de agradecimiento allá en Corrèze, su región, tocan "La vie en rose" con el acordeón, le regalan rosas rojas, símbolo de los socialistas en el mundo.
En la plaza de la Bastilla la gente abarrotada con banderas francesas, europeas, de los partidos de izquierda, pero también argelinas, marroquíes, irlandesas, chilenas, con banderas republicanas españolas, con banderas sirias rebeldes, banderas gay, y quizá lo imaginé pero también había una bandera mexicana; todos esperan al séptimo presidente de la Quinta República después de Charles de Gaulle, segundo presidente socialista después de François Mitterrand.
Es la "noche de gracia" que le dicen, mañana será la realidad de una Francia en crisis con fuertes expectativas, y que votó casi 19% por la ultraderecha xenofóbica y antieuropea; de una Europa que lucha por no desmoronarse, de un mundo en decadencia.
"La angustia de la responsabilidad" ya se nota en el presidente electo quien ganó con la consigna de "El cambio es ahora" y el cual pretende encarnar los valores republicanos por todos conocidos y que nos suenan tan lejanos hoy en día: Libertad, Igualdad... y como decía un anuncio que ví el otro día, "Fraternidad, ¿palabra del francés antiguo?"
Los ojos de los nacionales, de aquellos que sin serlo vivimos aquí y también los de fuera estarán atentos ante el desempeño de éste gobierno de izquierda para confirmar o repensar la inercia de derecha en el mundo; vamos a desearle pues, como el presidente saliente dijo reconociendo su derrota, "Bon courage" a monsieur Hollande.