lunes, 30 de diciembre de 2013

251. Svörtuloft, La muralla de lava, o la última del año





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Terminada de leer en los últimos minutos del 29 de diciembre de 2013, Svörtuloft del islandés Arnarldur Indriðason* es probablemente la última del año de las varias que me faltan por terminar.

El nombre es un juego de significados pues se refiere a un área con acantilados de lava en la península de Snæfellsness, y también al sobrenombre del edificio de la Banca Central Islandesa.
Ésta novela policiaca forma parte de una serie en donde el protagonista es el detective de policía Erlendur, sinembargo en éste relato ese personaje está ausente y es el detective Sigurdur Oli quien toma el papel principal. Después de haber pasado un tiempo en Estados Unidos, Sigurdur es aficionado al modo de vida de aquél país, a sus películas y a sus deportes televisados, lo islandés le parece aburrido. Como buen detective de novela negra, es soltero (aunque espera regresar con la ex), solitario (pero con un par de amigos), un tanto fracasado (abandonó los estudios en derecho) y con gusto por probar los límites de lo permitido. Por otro lado no es alcohólico ni obsesivo o neurótico, incluso visita a sus padres, quienes están divorciados, y hasta hace favores a las amigas de su madre que rayan en lo absurdo o en lo tierno: Se sienta a esperar por horas en su auto para averiguar quien roba el diario de una señora.
Precisamente por hacer un favor a un amigo, se ve en medio de un crimen: alguien entra en casa de una tal Sigurlina y la golpea con un bat. Sigurdur llega en ese momento y eso lo lleva a construir una investigación que al final terminará por sacar a relucir otro asesinato, un fraude internacional, y un par de cosas más. Hay una historia secundaria, la de Andrés, que transcurre al mismo tiempo y que poco o nada tiene que ver con la otra investigación, da la impresión de ser un recurso mal "atado" del autor, o deliverado para desviar la atención.
La trama llega a ser lenta y el final se resuelve con pocos elementos introducidos en los últimos capítulos. 
Entretenida, pero no excelente.


* La letra Eth: "ð", suena th en islandés, como en inglés them.

jueves, 5 de septiembre de 2013

250. Gabriel García Márquez y los calores pegajosos

Cada vez que leo a Gabriel García Márquez tengo una sensación de estar en algún lugar con calores sofocantes y pegajosos. Y no es para menos, pues suelen estar ambientadas en entornos centroamericanos (hablo de aquellas que he leído). 
No creo que haya hecho particularmente calor en la Ciudad de México cuando leí Cien años de soledad y no pudo haber sido verano pues recuerdo bien que fue una asignatura escolar: Hice un esquema con las generaciones de Aurelianos, Arcadios y Amarantas, concluí que el Gabo había dejado unos cuantos en el olvido literario, y que al resto los había matado apresuradamente con una cierta prisa de terminar esa historia interminable. Se me quedó en la mente la lluvia monzónica y casi mitológica de Macondo en donde podía llover por meses enteros, los cadáveres inflados por el calor y la cola que apareció en los productos del incesto. Recuerdo también haberla visto en una peluquería en las calles de Saidnaya, Siria, eso sí durante un verano de calor espantoso. Olvidé en qué idioma estaba traducida.

De Crónica de una muerte anunciada se me quedó en la memoria el traje de lino blanco de Santiago Nasarm hijo de inmigrantes libaneses como hay tantos en América Latina. Por cierto, cuando leí Memoria de mis putas tristes estaba en el Líbano, pero la recibí de regalo de navidad, "embarcada" desde el otro lado del mundo y no me duró ni dos días, por lo que en lugar de los calores sofocantes de la costa libanesa en el verano, que bien pueden ser como los de la América de sus novelas, la debí leer junto al calentador de mi habitación y con una luvia helada fuera.
Hace algunos días terminé El amor en los tiempos del cólera, y volvió a aparecer el bochorno tropical, insalubre y al mismo tiempo colorido y concupiscente. El río* es una presencia que transmite su movimiento a la historia, no solo a través de sus barcos de vapor que van consumiento en sus calderas la selva, sino a través del tiempo de vida de la ciudad y los personajes, quienes se consumen en sus amores y desamores. París es la referencia en las antípodas, pues de ahi regresa Juvenal Urbino con la ciencia para combatir el cólera, y también con la personalidad y la fortuna para casarse con Fermina Daza y asi tomar sin saberlo a la mujer que sería el único "verdadero" amor de Florentino Ariza. Hay dos reflexiones sobre París que Juvenal Urbino me dejó en la memoria: La gente de lo pálida se vuelve verde en París, casa muy cierta excepto en verano, y la otra es que la nostalgia de la tierra natal le hace no apreciar lo suficiente su estadía luteciana en sus tiempos de estudiante, la cruda realidad, antes siquiera de bajar del barco de regreso lo hace ver su ingenuidad.
Me vino bien entonces leer esa última novela en Paris, con un calor digno de otras latitudes, con un sombrero Panamá y algo menos de ingenuidad.


* El río Magdalena en Colombia, se entiende aunque nunca se mencione explícitamente en la novela.

lunes, 1 de abril de 2013

De poetas muertos y un clavel en la solapa.

A mi me da que el dia que se nos fue Rubén Bonifaz Nuño, desapareció el último poeta vivo al que pude haber leído y tomado en serio

miércoles, 13 de febrero de 2013

El dia que el Papa renunció

Hubo un tiempo, de cuando Dante vivía (a finales del siglo XIII), que el llamado trono de San Pedro permaneció vacío por más de dos años porque dos familias rivales en Italia no se ponían de acuerdo, y no, no estoy tratando de desviarme del tema y hablar de Romeo y Julieta solo porque viene el 14 de febrero, ¡estas eran otras dos familias italianas! Al final los cardenales lograron llegar a un arreglo y nombraron Sumo Pontífice a un monje, el cual tomó el nombre de Celestino V. Abrumado (y quizá atemorizado) por sus responsabilidades y por el duro teje y maneje de las altas esferas eclesiásticas, decidió que la dignidad papal no era para él y renunció, o para ser más precisos, abdicó, pues el Papa es a su modo, un monarca terrenal con corona y todo. No extraña que su sucesor, para dejar en claro quién era el jefe a partir de entonces, lo hizo encarcelar y quizá hasta asesinar diez meses después.
Por ahí en el siglo XV en una época de Papas y Antipapas, Gregorio XII también abdicó con el propósito de terminar con el cisma, a favor de Martín V, miembro -por cierto- de una de las dos familias antes mencionadas (!), pero digamos que la historia de ésa renuncia es muy diferente a la de Celestino.
Todo ésto, viene al cuento, por supuesto, por la noticia casi increíble de la renuncia de Benedicto XVI. Vamos que no es algo que se vea facilmente. Sospecho que los motivos últimos de tal desición nunca los sabremos realmente. Yo como con la navaja de Occam, me voy por lo más simple: Ratzinguer ha llevado las riendas del Vaticano desde hace bastante más de 8 años, él vio cómo se fue deteriorando su antecesor hasta los límites del absurdo, él mismo se hizo nombrar Papa con el poder que ya tenía en las manos y simplemente ya se cansó de todo eso que, hay que reconocer, debe ser endiabladamente agotador. Joseph simplemente hizo una vez más lo que su "santa" voluntad y punto final, independientemente de cualquier otra consideración anexa.
Los arzobispos de Canterbury, a la cabeza de la Iglesia de Inglaterra se retiran convenientemente a cierta edad, lo cual ya marcaba un ejemplo importante dentro de las Iglesias históricas para evitar la inmovilidad gerontocrática que suele caracterizarlas. Las Iglesias son instituciones que se mueven a ritmos de duración "media" y "larga", usando terminología de la Escuela de los Annales, es decir que sus ciclos son -a veces- más largos de los que la vida de un hombre supone. La Historia, por otro lado, está hiperacelerada y eso causa desequilibrios considerables en las viejas instituciones. El Cristianismo propuesto por las Iglesias históricas está en crisis desde hace tiempo, aunque quizá siempre lo haya estado de alguna manera u otra. La renovación es un camino, ser reaccionarios también, de todas formas el engranaje siempre está en movimiento, lo notemos o no.

jueves, 17 de enero de 2013

Entre blancos y grises

Ya conocemos el lugar comùn sobre los esquimales y el color blanco: aparentemente ellos, al vivir en un ambiente predominantemente blanco a causa del hielo y la nieve, son màs sensibles a las diferencias entre diferentes tonos blancos y como consecuencia sus lenguas tienen muchas palabras para designar tales "blancos".
Henry Miller en Quiet days in Clichy (1956) encontrò su propia versiòn parisina hablando del color gris:
"Paris, as everyone knows, is  pre-eminently a grey city [...] In France the range of greys is seemingly infinite; here the very effect of grey is lost."