Hace tiempo que la República francesa viene dando batalla a los signos religiosos ostensibles en las instituciones públicas. En las escuelas, por ejemplo, las niñas no pueden asistir con la cabeza cubierta, pues es un signo islámico ostensible.
Hoy la propuesta es prohibir -en las instituciones públicas- el uso de elementos que cubran el rostro de las personas, como las 'burkas' y el 'niqab' o velo islámico.
La polémica ha vuelto, pero parece ser que en general hasta los musulmanes franceses en su mayoría aprueban la medida. ¿Quién quiere a una persona con el rostro cubierto en el aeropuerto, en el banco, o en una oficina pública? ¿En pleno París?
Hay que dejar claro que esta propuesta como la mayoría de las de este tipo en Francia solo afecta a los lugares públicos y gubernamentales, es decir que cada quien es libre de andar vestido como guste en su casa, en la calle, en su auto...
Encuentro por lo menos tres claras razones para esta medida: la primera es evidentemente por seguridad. Cualquiera se puede poner una burka encima y asaltar un banco, o sin ir tan lejos, los empleados públicos deben saber con quién tratan a la hora de tramitar algo, por claridad jurídica. No puede haber pasaportes o licencias con fotografías de rostros cubiertos, es simplemente absurdo.
La segunda razón es de orden social. Francia tiene probablemente la comunidad musulmana más grande en la Comunidad Europea y debe hacer todo lo posible por integrar e incluir a todas sus minorías, pues es la única manera de hacer funcionar una sociedad de esas características. El velo islámico no solo es una vestimenta. Es una de declaración pública de segregación. Es evidente que alguien que lleva puesto eso en público, en un país occidental, está proclamando que no se interesa en integrarse, y es justamente la lucha contra los extremismos una parte de la política interior del país. En la medida en la cual se eviten los grupos marginados y separados, se evitarán las manifestaciones extremistas. La lógica es muy simple: Si alguien tiene acceso a la escuela pública, a la seguridad social, a las prestaciones oficiales, a la universidad pública, entonces no tendrá motivo para hacerse volar en el metro.
La tercera razón obvia es la tradición del Estado laico francés. La laicidad garantiza que el Estado no pertenece ni apoya a ningún grupo religioso, y eso garantiza la igualdad ante la ley de todos. En una república laica, la igualdad jurídica es un requisito sino qua non. La única manera de garantizar la libertad de culto es guardando el delicado equilibrio entre los diferentes grupos.
Varias veces he escuchado comentarios acerca del "Estado ateo" en especial de personas de los países del Este. Yo siempre aclaro que "ateo" y "laico" son cosas muy distintas. Un Estado ateo tiene una posición clara en contra de cualquier manifestación religiosa y no garantiza la libertad de creencia o culto. Un Estado laico al contrario, tiene una actitud totalmente neutra y sí garantiza tales libertades.
Pues bien, considero que prohibir el uso de elementos que cubran el rostro y la identidad de una persona en lugares públicos, es una medida correcta que protege los intereses y valores de la mayoría y además limita la segregación religiosa y de género, la cual no debe ser tolerada de forma alguna en una sociedad moderna.