Mi Rayuela, la última de las Rayuelas que han llegado a mis manos y que no puedo reglar como las otras porque ha sido un obsequio también, se ha estado poniendo amarilla de a poco desde que llegamos a París. Incluso ha ido adquiriendo ese olor particular de los libros viejos y eso por alguna razón me angustia. La tengo lejos del polvo y la luz, pero envejece sin remedio. He pensado en meterla en una bolsa de papel obscuro, pero no sé si eso le gustaría, sobretodo ahora que estamos en esta ciudad...
-¿Qué es la cosidad? -dijo la Maga.-La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que le rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablamente. En una palabra, le revienta la circunstancia. más brevemente, le duele el mundo. Usted lo ha sospechado, Lucía, y con una inocencia deliciosa imagina que Oliveira sería más feliz en cualquiera de las Arcadias de bolsillo que fabrican las madame Léonide de este mundo, sin hablar de mi madre la de Odessa. Porque usted no se habrá creído lo de los ananás, supongo.-Ni lo de las escupideras-dijo la Maga- Es difícil de creer.Cap.17
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