En este rincón del mundo el cambio de las estaciones en verdad se nota y tienen maneras muy peculiares de anunciarse. Así como la primavera puede ser proclamada por un cerezo caprichoso, el Otoño simplemente entró anoche por mi balcón, con una brisa suave y fresca, esa que arrastra las hojas que caen, una brisa que todos esperábamos pues el calor del verano aún nublaba los sentidos y quitaba el sueño. Cerré la puerta del balcón pero dejé las ventanas abiertas y asi por fin pude dormir. Pero el Otoño no se iba a contentar con esa entrada tan discreta y un poco después de la media noche un par de gotas de lluvia tocaron nuevamente desde el balcón y entonces, ya que las había escuchado, se soltó una breve pero enérgica lluvia que de seguro a todos despertó y sorprendió pues aquí, en verano no llueve.
El Otoño ha llegado y no ha olvidado anunciarse. Ya es tiempo de los atardeceres del Fin del Mundo y de alguna lluvia esporádica, que me hará ver hacia el mar, y hacia el horizonte, y después hacia la otra orilla y luego unas montañas y al final, al final quizá cierre los ojos y recuerde.
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