El profesor Sergei Arutyunov, jefe del Instituto de Etnología y Antropología de la Academia Rusa de Ciencias (no importa si no pueden pronunciar su nombre o el del lugar en donde trabaja, el caso es que es un tipo que sabe de qué habla), considera que cada año desaparecen aproximadamente veinte lenguas, en un proceso natural de envejecimiento lingüístico, lo cual nos lleva a calcular fácilmente -hasta yo pude- que en cien años habrán desaparecido unas dosmil lenguas [e idiomas].
Una frase que suelo decir como consuelo irónico es que "en cien años todos nosotros estaremos muertos", pero nunca me imaginé que esto también pudiera aplicarse a por lo menos un par de miles de lenguas "raras".
A estas alturas ya se estarán preguntando cúantas lenguas e idiomas hay en el mundo, bueno, son unas sietemil, de las cuales menos de cien son habladas por grupos numerosos de personas y son las que se salvan de morir, al menos por ahora.
Y ¿cuántas nacen? Esa es una pregunta más difícil, pues determinar cuándo un dialecto se convierte en lengua independiente no es sencillo, pero definitivamente no nacen veinte lenguas al año.
Por otro lado tenemos a las que por efecto de la globalización, se han ido llamando "megalenguas", aquellas cinco que se van haciendo más indispensables para comunicarse con y en el mundo:
En primer lugar está el chino, en el dialecto mandarín y en escritura simplificada, como es oficial en China.
Después y más extendido por el mundo, el inglés, que sea como sea sigue siendo el idioma de la potencia dominante y de unos cuantos países más.
En seguida el castellano el cual por cierto, parece estar de moda.
Luego el árabe, en la versión un tanto artificial, llamada "estandar", la cual no se habla en las calles, pero que se escribe y se utiliza en las noticias y documentos oficiales.
Y finalmente el ruso, que poco a poco se recupera y vuelve a tomar importancia mundial.
Ahora bien, hay otros idiomas como el francés que ya no gozan de la popularidad de antes, pero que se han consolidado como lenguas de cultura y élite.
Todo indicaría que el mundo, con esta tendencia, y con la tecnología, se comunica mejor, como si se hubiera invertido el fenómeno babélico, pero desafortunadamente parece ser que Babel está más en la naturaleza humana que en sus bocas, pues basta ver cómo dos personas, una frente a la otra, hablan (o se escriben) y al final cada cuál entendió algo totalmente distinto y hasta contrario, es decir que l i t e r a l m e n t e ¡no se entienden!
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