jueves, 24 de junio de 2010

303. Bonjour Paris.

Civilización parece haberse convertido en un sinónimo de aplanamiento emocional. "Mi corazón se aceleró, mis brazos se desplomaron. Un temblor abatió cada uno de mis miembros..." nos cuenta el narrador de la historia de Sinuhé; Gilgamesh grita, se rasga las vestiduras y habla con gran ternura al cuerpo inerme de su amigo Enkidu; la historia de la Iliada tiene más que ver con un gran berrinche de Aquiles que con la guerra de Troya; Eneas es autocomplaciente y llorón; y en las tragedias de Shakespeare, bueno, hay un poco de todo lo anterior.
Hoy se está deprimido o se es bipolar.
Y nadie, nadie, que parezca estar en su sano juicio cree en el amor. La palabra misma suena ridícula fuera de un discurso religioso, que además suena hueco. Para eso están las series de tv, como substituto de la épica, de la tragedia (y de la comedia), de las novelas y de los sentimientos (y de los pensamientos).
Vamos, que ni siquiera las películas porno tienen trama hoy en día. Son el colmo de sosas y aburridas.
Quizá por eso H. Miller y Ch. Bukowski suenan prometedores a esta distancia. Al primero lo tengo en buena estima, si bien, tanta queja existencial me llega a aburrir. Del segundo nunca he terminado de saber si era un tipo que quería sonar a otros mejores, o si tenía su verdadero talento particular. Mi opinión cambia según el barómetro indique. A Sade y a Bataille, los dejamos para una conversación más amena o más seria.
La multiplicación de sectas religiosas ya no es como en los sesentas y setentas del siglo pasado, lo cual parece indicar que la gente tampoco está buscando masivamente llenar el gran hueco con opciones religiosas o simplemente espirituales, si bien siguen existiendo. (¿Alguien ha visto recientemente un hare krishna?) Parece ser entonces que "fe" se convirtió también en una de esas palabras que suenan tan ridículas como "amor". Aceptémoslo de una vez, declararse hoy en día creyente es casi políticamente incorrecto, y uno corre el riesgo de parecer un idiota fanático reaccionario. Probablemente porque muchos de los que se dicen creyentes son realmente idiotas fanáticos y reaccionarios. Y si alguien habla de amor, bueno, la mejor calificación que llega a obtener es la de ingenuo, tal vez porque efectivamente lo sea.
Contrario a lo que parezca, amanecí de buen humor aunque un poco antisocial. Simplemente me vino a la mente este asunto de una sociedad que intenta llenar el hueco con cosas y pastillas de colores, con sexo malo, mucha violencia y ningún compromiso.



1 comentario:

  1. "Hoy en día o se está deprimido o se es bipolar" Jajajajaja. Cuánta razón tienes.

    Y estás en lo cierto, hay muchos valores humanos que cada vez más estamos tirando por la borda y la gente que encuentras como igual es gente que... está muerta. Pero no nos desanimemos, somos 8 mil millones de personas en este planeta. ¿De verdad no va a haber alguien como nosotros?

    No todos gustan del sexo malo, ni de las pastillas de colores, ni de la violencia, ni de la falta de compromiso.

    Los que aún tienen un mínimo de entereza deberían plantar cara y no arrojar la toalla. Porque, estando en minoría, si nos rendimos, la vacuidad de la sociedad terminará por afectarnos a nosotros mismos de una forma mucho más profunda.

    Tómate un café. Ya te debo dos.

    Un besazo.

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